De vuelta a casa por Navidad.

Si me hubieses preguntado hace dos meses dónde iba a pasar mis vacaciones navideñas me hubiese jugado el cuello a que en dos días estaría viajando a Colombia para disfrutar de la compañía de mi familia... pero una vez más he aprendido la lección de no dar nada por hecho, ya que en cuestión de segundos tu vida da un vuelco y nuevos planes comienzan a surgir.

Hace mes y medio, recibí una llamada de mi madre diciéndome que por motivos familiares no iba a ser posible una navidad en Colombia, con desilusión me resigné a la situación y poco a poco intenté autoconvencerme de que me esperaban mis primeras navidades sólo en esta fría ciudad. La sorpresa positiva no tardó más de 24 horas en cruzar el Atlántico y una nueva llamada de mis padres me confirmaba que me iba a España.

Mi interior estaba agitado, emocionado, eufórico y en un completo estado de paroxismo, no era capaz de creerme que volvería a disfrutar de unas navidades en mi casa y de una nochevieja rodeada de amigos, contento por la noticia decidí mantenerlo en secreto para darles una sorpresa a mis mejores amigos, Alba y Patricia fueron mis topos e intentaron ayudarme a montar bien la sorpresa.

Un sábado al salir de una discoteca con unas cuantas copas de más no pude aguantarme el secreto y conté en mis grupos de whatsapp que en cosa de 1 mes me tendrían allí riendo de nuevo por las calles de Palencia.

Y aquí estoy, en mi cama a 7000 km de mi casa y de la gente a la que más quiero en el mundo cargado de emociones que no me dejan conciliar el sueño por las noches, en menos de 48 horas me subiré a un avión que me llevará a otro y luego a un tren que desembocará en mi ciudad a eso de las 4 de la tarde del miércoles 20 de septiembre. Grito internamente de las ganas que tengo de abrazar a todo el mundo, fumarme un cigarro y beberme un calimocho con aquellos que, en estos tres meses en la distancia, he conseguido darles el título de amigos.