Palentino, borracho y fino.
- Carlos Lara
- Mar 2, 2018
- 5 min read
Pues déjame decirte que es verdad, bebemos más de la cuenta y en cuanto a finura poca gente nos gana. Y aunque habéis leído en entradas anteriores que nací en Colombia, a los tres años llegué a esta pequeña ciudad en el corazón de Castilla, un lugar al que hoy en día considero mi casa. Hoy en día, si me preguntas si me siento español o colombiano, sin dudarlo te respondería que a pesar de haber nacido tan lejos y de querer de manera desorbitada a mi país, me considero mas español que otra cosa (eu eu). Esto creo que es bastante fácil de observar, cuando llegas tan pequeño a un lugar te adaptas fácilmente y al hacer cuatro amigos en primero de primaria te olvidas de todo lo que dejaste atrás y cuando te das cuenta tu acento ha desaparecido y eres un adolescente más bebiéndose una caña en el Sin Más, disfrutando de una tapa de croquetas y observando a las elegantes señoras mayores pasear de la mano de sus nietos.
Bueno... este post promete ser largo porque hay muchísimo de lo que hablar aquí. Chicos, mi familia lee este blog así que censuremos algunas alocadas partes de nuestra rutina.
Empezaremos en enero, mes en el que todos andamos bastante liados con las cosas de clase, estudiando o simplemente postureando mientras nos hacemos fotos en el puente de San Miguel para subir una foto a Instagram haciéndonos los interesantes. Al salir de clase y atravesar la humareda dejada por el tabaco nos dirigimos a casa, comemos y en cuestión de nanosegundos nos encontramos haciendo cola en la biblioteca 40 minutos antes de que la abran para que no nos quedemos sin sitio. El típico whatsapp de tu amigo que se ha quedado dormido viendo a los presentadores de Antena 3 temiendo ahora por tener que estudiar en la cafetería de la biblioteca es clásico. Abren las puertas del inframundo, pintado de blanco, y nos adentramos en la búsqueda del sitio perfecto para observar quién entra al baño, quién baja a fumar y quién se ha quedado dormido. Deberían darnos un máster en aviación ya que los sonidos que se escuchan ahí dentro son más estridentes que el sonido de la risa del vídeo del "berberecho de Otero".

Seguimos en los meses invernales donde poco hay que destacar salvo que si no llevas guantes se te congelan los dedos al escribir un tweet en el que pones a parir al sistema educativo, por lo demás en estas fechas la ciudad es bastante tranquila. Podemos mencionar los carnavales, donde nos metemos en la piel de muchas fantasías para sentirnos una Kardashian al bajar por las escaleras del seminario. También están aquellos valientes que se van a tomar un café al Portal o al Pío 12 cuando ponen calefactores en el exterior, un aplauso para todas las neumonías gracias a estos atrevimientos.
Llegó la primavera...¡viva el amor y el polen! Pasándolas putas con ojos inflamados y narices hinchadas sobrevivimos a exámenes, niños correteando en el salón, bikers y skaters arriesgando sus vidas en las rampas de la estación de tren, atrevidos en manga corta a 15 grados que se pasean por la Calle Mayor y deportistas corriendo por el Ribera Sur intentando deshacerse de el exceso de churros en Nochevieja. Empiezan los días de: salgo por la mañana con un anorak y vuelvo a casa a mediodía en tanga del calor que hace. En cuanto llega el buen tiempo parecemos caracoles buscando un refugio tras la lluvia, nos amontonamos en las tiendas del centro (en las que quedan), en los paseos junto al río y con la llegada de mayo el Sotillo y Mesitas vuelven a latir entre vasos de calimocho y patatas con alioli del mercadona. Y es que en cuanto a la dieta... los palentinos somos expertos en sabores saludables. Para empezar, el bocata doble de torreznos con huevo a las 2 de la mañana en el Marrano es imprescindible, a la par que un kebab yendo hacia el Geo cuando las copas low cost del Abbey o de la Belle han surtido efecto.
La temporada estival se ceba con nuestra ciudad, el calor seco y agotador de junio, julio y agosto hace que, o bien la gente se pase la vida en la piscina nadando entre sustancias orgánicas de desecho, o bien en nuestra casa refugiándonos de los golpes de calor que solo los señores mayores sin camiseta a las 4 de la tarde parecen aguantar. Para mí esta, junto a la primavera, son las mejores épocas para estar en Palencia, los viernes en alguna terraza del seminario son pura felicidad, los borrachos bailando sin que nada les importe en la ITA también es un acontecimiento que vale la pena observar. La frase de la famosa canción "pero bebiendo vino nos conoce hasta el Papa" se hace realidad en este festival de mediados de mayo.
Bueno, bueno, bueno... agosto ha llegado y con él la temporada de estar atento al Facebook para apuntarse rápido a todos los buses que ofrecen viajes a los pueblos en fiestas. Nos vamos a mercadona, compramos vino barato, cerveza y ron para aguantar la noche; nos ponemos 4 capas de ropa porque el frío a las 6 de la mañana en los pueblos castellanos es penetrante, y nos disponemos a bailar "Paquito el Chocolatero" 4 veces en la disco móvil mientras observamos el sol aparecer en la madrugada. Hay que destacar nuestros queridos San Antolines, llenos de botellas de plástico infestando las Huertas del Obispo, de DJ's suuuper famosos (nótese la ironía), de alguno que otro que acaba en el río y de artistas hiperinternacionales como las Sweet California o Beret. Vivan las casetas de fiestas con sus tapas y su cerveza, no hay nada mejor en la vida.
Empieza el curso, y con él los propósitos de operación bikini yendo a La Lanera o al Wifit para ponernos cachas y sacárnos el selfie "after training", la temporada de disfrutar los viernes de los partidos de Baloncesto en el Marta Domínguez con tus colegas mientras ves a algún que otro emocionado haciendo de mopa se acerca, volver a las bibliotecas, ponerse de nuevo el jersey y volverse loco con el veranillo de San Martín. Te vuelves a encontrar con toda la gente a la que no has visto durante el verano en los bares frecuentados por gente de mi edad. Te enteras de los cotilleos, los nuevos noviazgos, los cuernos de tantos, los problemas de aquel y la foto filtrada de la vecina de tu amiga. Palencia es famosa por difundir un rumor a la velocidad de la luz y sentir que toda la población te observa cuando pasas al lado del Zara con un outfit... llamativo podríamos decir.
Y así podría extenderme durante muchas páginas hablando sobre lo bonita que es la vista desde el Cristo del Otero, sobre los amores fugaces que se consolidan en el Monte el Viejo, sobre los cotillones en nochevieja, sobre las máscaras de humo que se deberían utilizar en Carpanta o sobre los famosos personajes de nuestra ciudad como Fernandito el Librero o La Cartones (RIP).
Y yo... con un océano de por medio, hoy en día puedo decir que me siento orgulloso de donde he crecido, aunque muchas veces la monotonía y el tedio te carcome, y te sientes ahogado de ver la cara de las mismas personas todos los sábados, Palencia tiene tantas cosas buenas... Dad gracias que podéis llegar a todos los sitios andando en 15 minutos, que no hay que preocuparse de ir hablando con el móvil por la calle a las 4 de la mañana, que el salseo de Twitter es brutal, que nos sabemos la playlist de los bares, que nos sabemos la letra de "Soy minero" y que las cañas a 1,20 saben a gloria.
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